1. La inauguración
La Universidad de Tucumán fue inaugurada el 25 de Mayo de 1914, en un acto al que asistieron las autoridades locales, los representantes de las universidades de Córdoba, Buenos Aires y La Plata y los delegados de las provincias de Santiago del Estero, Salta, Jujuy y Catamarca. Se destacaba entre las personalidades invitadas el doctor Joaquín V. González, quien además de prominente político, organizador y rector de la Universidad de La Plata, fuera mentor de Juan B. Terán en asuntos educativos. El proyecto universitario de Terán era original en el país, por su vocación regionalista y práctica, que buscaba atender a las fuerzas productivas del noroeste argentino. Las carreras que dictaron con cierta permanencia hasta la década de 1930 fueron Agrimensura, Farmacia, Ingeniería Química, Ingeniería Industrial y Agronomía.
2. La nacionalización
Los estudiantes de la joven universidad tucumana se solidarizaron de inmediato con el movimiento reformista de 1918 y participaron activamente en la fundación de la Federación Universitaria Argentina (FUA). Por su parte, la central estudiantil promovió la nacionalización de la institución realizando insistentes gestiones ante legisladores, ministros y el propio presidente Yrigoyen. En abril de 1921, Yrigoyen informó a los representantes de la FUA que la Universidad sería nacionalizada y, para concretarlo, a los pocos días llegó a Tucumán el Ministro de Justicia y Educación de la Nación. En el mismo tren que trasladó al ministro José Salinas viajaba, al frente de una delegación de la FUA, su presidente Gabriel del Mazo. Los títulos que otorgaba la Universidad tendrían reconocimiento nacional. Para jerarquizar la enseñanza, Terán buscó en Alemania profesores de ingeniería, logrando convocar a los doctores José Würschmidt (foto) y Walter Greve, quienes organizarían respectivamente los laboratorios de Física y Electrotecnia.
3. La elección de Prebisch
En 1929, después de superar un conflicto estudiantil, el fundador presentó su renuncia indeclinable al rectorado de la Universidad. Terminaba así el ciclo fundacional. Una nueva etapa comenzó cuando la Asamblea universitaria eligió como conductor al doctor Julio Prebisch. Este médico de 33 años, conspicuo militante reformista que había ejercido la presidencia del Centro de Estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, cumplió dos períodos como rector de la institución de Tucumán. El primero, desde octubre de 1929 hasta 1933 y el segundo desde octubre de 1937 hasta la intervención sufrida por la Universidad en 1940.
4. Una década difícil
Los gobiernos conservadores que siguieron al golpe de Uriburu tuvieron en jaque a las universidades nacionales, interviniendo los rectorados y en general desfinanciándolas. Las gestiones de Prebisch en la UNT sufrieron un hostigamiento permanente desde la Nación, que se agravó con la misión encabezada por el Dr. Enrique Herrero Ducloux –prestigiosa personalidad científica de la época–, quien llegó a Tucumán para estudiar directamente la institución y proponer “una organización legal adecuada”. Una cuestión que irritaba al gobierno central era el Estatuto Universitario vigente, pero además el informe que elaboró Herrero Ducloux fue desfavorable respecto a la orientación que tomaban las carreras de la Universidad y la calidad de su profesorado.Sin embargo, cuando la intervención cayó finalmente sobre la UNT, la institución había logrado un claro desarrollo. Los rectorados de Prebisch, y el del doctor Ayala Torales entre ellos, resignificaron la visión regionalista de la universidad, ampliando su campo de acción a las clases medias urbanas. Se crearon entonces la Escuela de Arquitectura, las carreras de profesorado, las facultades de Filosofía y de Derecho y Ciencias Sociales y el Instituto de Investigaciones Regionales. La Universidad había cumplido 25 años en 1939.
5. Descole, su pasión científica y el apoyo de Perón
El botánico Horacio Descole, doctor en Farmacia y Bioquímica, se radicó en Tucumán en 1937 para trabajar en el Instituto Lillo. Desarrolló allí una notable carrera organizando la investigación y creando grupos de trabajo y publicaciones, como la revista Lilloa y la obra Genera et Species Plantarum Argentinarum. En 1946, el presidente Juan Perón lo designó interventor y luego rector de la UNT, cargo que mantuvo hasta 1951. En ese período desplegó una intensa acción para fortalecer la actividad científica en la Universidad, beneficiada por la asistencia económica del gobierno nacional. Para ello, organizó 46 institutos de investigación que servían a las escuelas de enseñanza profesional y científica. Pretendía que estos organismos contaran con investigadores de jerarquía y dedicación exclusiva, para lo cual promovió la incorporación de académicos extranjeros y un nuevo escalafón docente. Durante la gestión de Descole se crearon nuevas facultades y carreras, y la Universidad acrecentó notablemente su patrimonio edilicio, sus laboratorios y bibliotecas, pero los emprendimientos más ambiciosos, la Ciudad Universitaria y la minería, no pudieron concretar sus frutos. La UNT expandió su proyección a todo el norte argentino, estableciendo enclaves en Salta, Santiago del Estero, Jujuy, Catamarca y Formosa. En 1949 se estrenó el emblema que representa a las provincias del NOA sobre las que la institución irradia su influencia. Aparecen en la heráldica la caña de azúcar, cuya duplicación indica la abundancia, y un cardón de tres tallos floridos, que muestran la voluntad de generar cultura genuina mediante las tres facultades del esquema organizativo que imaginara Descole.
6. El ingeniero Virla y el cincuentenario de la UNT
En 1957, el ingeniero Eugenio F. Virla fue designado rector organizador de la Universidad, resultando luego electo para dirigir la institución en dos periodos consecutivos. Como alumno, había ejercido en 1939 la representación estudiantil en el Consejo Superior. Allí conoció a Risieri Frondizi, quien sería rector de la Universidad de Buenos Aires en la década de 1950.Su clara convicción sobre las funciones universitarias, su conocimiento de la UNT y su capacidad de gestión permitieron un desarrollo sostenido del establecimiento. Virla recibió una universidad grande y compleja, integrada por nueve facultades, siete escuelas e institutos universitarios y diez colegios secundarios. Con carácter firme y estilo moderado, desplegó una administración que conformó al grueso de la comunidad académica. Se vivía una época de acelerado cambio tecnológico y, con sus limitaciones, en el país se intensificaba la industrialización por sustitución de importaciones. Para afrontar esos desafíos, se modernizaron los planes de estudio, se promovió la formación del profesorado y se iniciaron las gestiones para construir un campus universitario que albergara laboratorios y aulas. Virla pudo presidir la celebración del cincuentenario de la UNT, pero renunció en 1966 cuando el general Onganía intervino las universidades nacionales.
7. El Tucumanazo
Desde mediados de 1965, se inició en Tucumán una crisis azucarera que paralizó la producción y el trabajo, hundiendo las demás actividades económicas de tal forma que hasta el propio estado provincial entró en cesación de pagos. La miseria y desesperación del proletariado rural tucumano ocuparon rápidamente a la opinión pública nacional, mientras en la provincia se producían una serie de manifestaciones callejeras para enfrentar al gobierno, a la patronal industrial y a las fuerzas de seguridad. En el conflicto confluyeron, además del propio quiebre económico de los ingenios y de la defensa gremial, factores ideológicos, generacionales y políticos –entre ellos la reivindicación del peronismo tras una década de proscripción–, lo que generó una dinámica social sin precedentes. En Tucumán no se produjo el éxodo masivo de profesores que perjudicó a otras instituciones nacionales tras la intervención militar de 1966. Al rectorado de Virla le siguieron, hasta 1973, gestiones que pretendieron continuar su acción académica. El primer rector designado por Onganía inició su mandato estableciendo una veda política dentro de la UNT pero, en una provincia que comenzaba a advertir el fracaso del intento de reconversión productiva denominado Operativo Tucumán, la efervescencia se instaló también entre sus estudiantes y profesores. Entre 1969 y 1972 esa rebeldía convocó multitudinarias manifestaciones y violentos embates al régimen, conocidos como los “tucumanazos”.
8. La represión de la dictadura
La persecución política comenzó en Tucumán antes de 1976, siendo evidente el accionar de fuerzas paramilitares que, con el pretexto de combatir la guerrilla, cometían atentados, secuestros y asesinatos. En la Universidad Nacional de Tucumán se instaló, a fines de 1975, un Servicio de Vigilancia y Seguridad que se ocupaba de investigar y delatar a docentes y estudiantes identificados como militantes gremiales o políticos. El golpe del 24 de marzo se ensañó con la institución, donde un coronel del ejército asumió el rectorado. El informe de la Comisión Bicameral Investigadora de las Violaciones de los Derechos Humanos en la Provincia de Tucumán recoge un listado de más de 150 detenidos-desaparecidos pertenecientes a esta comunidad académica. La Escuela de Educación Física se usó como centro de detención clandestino, se secuestraron alumnos dentro de las facultades, se clausuró el ingreso a la carrera de Psicología y se eliminaron textos de las bibliotecas. Los docentes cesanteados en la UNT fueron más de 80. Tras la represión política asumieron autoridades civiles y, dentro de un marcado autoritarismo en las relaciones pedagógicas y laborales, se mantuvo una cerrada censura y autocensura de opiniones. Los juicios que investigaron los atropellos de la dictadura de la década de 1970 incluyeron numerosas causas relativas a miembros de la comunidad universitaria, en algunos casos con condenas para los responsables.
9. La vuelta a la democracia
En 1983, el gobierno nacional electo designó autoridades para normalizar las universidades nacionales. Como rector de la UNT se eligió al profesor Luis Salinas y como secretario académico al doctor Orlando Bravo, ambos integrantes de la extensa lista de docentes, investigadores y empleados exonerados en la última dictadura. Esta gestión universitaria duró unos pocos meses, en los que sufrió la embozada oposición de sectores universitarios y externos. Finalmente fue reemplazada por otra, menos irritante para el grupo regresivo y también provisional, encabezada por el ingeniero Eugenio Virla. Dos años después, en 1986, la agrupación estudiantil Franja Morada llevó al gobierno universitario al doctor Rodolfo Campero, quien fue reelecto en 1990. La primera gestión de Campero se desarrolló entre la primavera democrática y la crisis fiscal en la que sucumbió el propio gobierno de Raúl Alfonsín. La segunda lo enfrentó a la modernización neoconservadora del presidente Menem. En un contexto de competencia entre partidos y decaimiento de la participación estudiantil, la Universidad debatió sobre sus ejes políticos, sobre la autonomía, el cogobierno, el ingreso irrestricto y la gratuidad, pero las limitaciones presupuestarias agravaban la situación creada por el aumento del número de estudiantes, el estancamiento de los egresados y los bajos salarios docentes, y volvían ineficaces los intentos de promover la investigación y el posgrado. A pesar de todo, la UNT aumentó su planta de docentes de dedicación exclusiva.
10. Nuevos escenarios, problemas y desafíos. Una reflexión
Los momentos cercanos son, para quien viene desarrollando un análisis histórico, cada vez más difíciles de interpretar. El último trance de tensión, desde la política universitaria, tal vez haya sido en Tucumán la experiencia de autoevaluación institucional iniciada en 1996 bajo el rectorado del doctor César Catalán. Después de una crisis de gabinete, el proceso continuó ya en la gestión del contador Mario Marigliano. Más incómodo es explicar cómo el beneficio de recibir las regalías mineras que resultaron del trabajo de Abel Peirano,y de la defensa que de ellas hicieron otros universitarios, se convirtió en la maldición de poseer una “caja” que moviliza tantos intereses poco académicos. O por qué se demora el establecimiento de un sistema de elección directa.Pero volvamos a la historia. La autonomía universitaria fue en la UNT una herramienta de progreso institucional sólo cuando en sus claustros se debatieron proyectos, primó el compromiso social y se persiguieron ideales de justicia y libertad. ¿Puede ser esto más que un discurso? ¿Podemos los universitarios de hoy hacer algo para promover esos valores?